AMORES SIN CAUSA
Aquella relación con la psiquiatra me resultó imposible
llevarla al buen término del matrimonio, comenzamos por tener gustos distintos
y acabamos por no entendernos en la interpretación de los colores, de los mapas
y de la vida y lo dejamos como si tal cosa; luego conocí a una limpiadora de
limusinas que llevaba siempre unos grandes ojos verdes puestos para mirar con
pasión y a la primera de cambio me enamoró y vivimos un principio de escándalo,
ella protestaba porque llovía y se enfadaba cuando hacía calor, yo me
conformaba con estar vivo y poder llegar a la cama con virtuosismo, nunca
tuvimos conversaciones amenas ni acuerdos amorosos, duramos juntos 73
horas, el tiempo que tardé en comprobar que
los ojos eran de plástico. Conocí a Sonanta, una mujer hecha y derecha, astuta,
febril, con un cuerpo de guitarra y unos modales de ternura, nunca hablaba de
sexo ni tenía diálogo alegre, me confesó que era muda pero que no lo comentara
porque era su mayor secreto y porque fingía serlo cuando le interesaba; conmigo
lo hizo a menudo y desde hace mil años vivimos casi en pareja y nos llevamos
casi bien, quizá porque cuando ella quiere yo renuncio y cuando yo quiero ella
se hace la muda. Y este galimatías le pone una chispa simpática a nuestras vidas
y nos divertimos y nos amamos aunque nos resulte innecesaria la comunicación.
Ramón Llanes.
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