Se
trata de distinguir las cosas; de saber el color exagerado de unas,
de asegurar la dureza de otras, de conocer cualidades, - en
definitiva-, que nos aseguren su utilidad. Una casa roja no responde
al estado de pasión de los propietarios, una camisa blanca no es un
signo de pureza, una pinza verde no descubre una esperanza. Otros
conceptos como voluntad, ardor, impotencia o rapidez, no tienen
cualidad tangible pero evocan distintas sensaciones en nuestro
cerebro. Cuando
esa cualidad de las cosas permanece oculta, por muy importante o
trascendente que sea, se representa como un beso guardado y queda en
una efigie que nunca llegará a convertirse y aparecer al mundo de
las utilidades. La custodia de las cosas tiene el sentido de
conservación y la debilidad de la falta de uso; dos cualidades al
mismo tiempo, una en tono positivo y otra en tono negativo (o quizá
las dos en tonos positivos o negativos). Cuando el tiempo domina la
voluntad, lo guardado se hace inmune a los deseos, desaparece de las
necesidades del placer o se convierten en obsesión para su logro o
para su olvido. Trato
de no fortalecer la idea psíquica del miedo a perder algunas cosas
importantes y preservarlas con carácter indefinido de la vista o el
uso, hasta ocasionarles –a las propias cosas- un desacertado
descontrol que las pudre hasta la ineficacia –dicho en el sentido
estricto del placer-; porque es evidente que el oro seguirá siendo
oro por muy guardado que esté pero habrá perdido su deber de
relucir y producir complacencia. Cuando
el dinero alimenta nuestro celo y su conservación se mistifica, se
adora y se engrandece, pierde su más completo sentido de interés,
dentro de los habituales niveles de eficiencia; aunque en la guarida
conserven su valor o incluso lo aumenten. El dinero pervivirá sano
si su distribución y utilidad se compaginan con su deber de
asistencia e intercambio. Trato de insinuar agnosticismo con respecto
a la frivolidad de la posesión por el solo prurito de la estima o
reconocimiento social pero me caben muchas dudas sobre mi aserto.
RAMÓN
LLANES. 7.6.2013. publicado en digitalextremadura 11.6.2013
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