HABLANDO
DEL MAR, APROXIMADAMENTE.
Mar
de brazos extendidos y ardientes, sitio de oleaje, un campo azul que
domina las mareas del tiempo, nos entretiene, se enfurece, se adorna
de esa luz indigesta del sur y se mete en los rincones románticos
del misterio. Somos el mar o una orilla más o la consecuencia viva
de un pañuelo de agua sin picos ni pespuntes; con la sufrida
paciencia de saber estar, la mar se desconoce, la mar constituye la
soberanía de la inmensidad, se ha colocado en la encimera, con más
compañía que soledades.
De
nuevo, su contemplación. El humano agnóstico de miedos, se asoma,
en estío a ruborizar las paredes blancas y el azulario, hasta el
dolor. Mirar la mar ensombrecerse puede definir la actitud, se hacen
los pensamientos en los claros oscuros bemoles de la atardecida y es
noche intensa cuando el pensamiento está acabado, definido en la
mente.
En
un arrebato de caprichos la locura llega a romper el mar. Y el mar
nunca se rompe, siempre es la música la que le mantiene
inverosimilmente egregio y veraz, con su prontitud de vidas, con su
inquebrantable persistencia. Solo un halo de luna lo vacía para
volver a llenarlo. Como el mar, la sobrecogedora luminosidad, el
sínfín de los movimientos. Como un mar despierto, el deshilachado
arrullo de los vientos, la ternura sin destino. Como el mar, el
propósito de aproximación del hombre.
Que
hoy es una página la mar que mira las playas amarillas del redondel
de la ofuscación; escribir en ella de la constelación Vida, de la
nocturnidad, del fugaz remo que se engulle el agua, de los ocasos
calientes. Escribir, cómo no, de todo el sustrato de inspiración,
del arrope que nunca niega. Como el mar, no cualquier recuerdo de
otra latitud, no cualquier adjetivo. Como el mar, el horizonte sin
alcance, la esperanza.
Ramón
Llanes. 27.6.2013. publicado en huelvabuenasnoticias.com
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