A propósito de atender
la invitación de alguien en la celebración de su cuarenta
aniversario de enlace con la persona amada, a propósito de su
propuesta de felicidad expresada en letras de amor, como
transcurriera su vida toda, -apunta el lema de la misiva-, acercando
algo más que la curiosidad intuí haber sucumbido como un romántico
sentimental ante el relato que presentaba una sencilla posición
basada en la apuesta por la convivencia y un ejercicio constante de
respeto y aceptación mutua del promedio de capacidad de cada uno. Me
pareció algo singular quizá por su pauta de simplicidad o por su
forma tan lógica de contarlo; algunas cosas no entendí y otras las
olvidé pero anoté los cupos superados de enfriamiento, de hartazgo
y de incomprensiones; me fijé en lo íntimo y lo íntimo resulta que
ocupaba un lugar pequeño en la relación, todo se había diseñado,
de tropiezo en tropiezo, con la gestión del amor en los niveles de
la razón, la ética y la tolerancia.
Ahora que lo pienso esta
fórmula nada tiene de mágica, de extraterrestre o de quimera, es
tan normal, tan acaso tonta o simplista que dan ganas de rechazarla y
no incluirla en libros de texto de psicología o de preparación al
matrimonio; no he consultado las estadísticas porque la tarde se
puso fea en el horizonte y continué dándole vueltas a esta pareja
que evidencia en el exterior todo aquello que dice contener su
espacio más personal. Estuvimos el rato del abrazo, de la
conversación sobre hijos y nietos y poco más, la tarde se había
puesto fea e invitaba a marcharse no sin antes querer entender lo
imposible que resulta convivir con un prójimo y lo fácilmente que
lo solucionan otros. Pensé, al final, que podía ser tema para un
artículo o una charla de casino en una tarde menos fea que esta.
Reconozco que fue la
almohada quien me trajo de nuevo los recuerdos del aniversario de mis
amigos y seguí elucubrando sobre cómo superar un enfado, cómo
evitar una bronca, qué ingredientes usarían para no quebrar el
respeto y qué desgaste les habría producido el empleo de esta
fórmula tan sumamente arcaica o tan líricamente moderna para ser
capaces de entenderse, comprenderse, tolerarse, respetarse y amarse
durante cuarenta años sin que la larga travesía hubiera dejado
indelebles cicatrices. Me quedé tan sorprendido de nuevo que me
durmió el propio pensamiento.
Ramón Llanes. 6.9.2015. DIGITALEXTTREMADURA.COM
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