GUERRAS DE OTOÑO
Las bestias que incitan al castigo
se persignan antes de ordenar al verdugo,
son hombres de plomo,
pastores divinos desorientados del afecto,
son hombres que adoran a dioses impuros
y evolucionan con ojos desiguales,
con manos tatuadas de asco.
Nadie sabe, nadie aprendió a detectar maldades,
nadie impide que las guerras sean
promocionadas, nadie sabe cuidar
el grito famélico que deja el otoño
en las crisálidas noches de la presunta vida.
Nadie ha reparado en el dolor.
Ramón Llanes.
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