AUGUSTO
THASSIO
PRESENTACIÓN
EN 1900.
Sé de quién les hablo, que Augusto y
yo hemos recorrido juntos el lirismo, la prosa, la osadía de la canción, los
cien pueblos llenos de nuestra provincia y todas las sombrererías; hemos
visitado en Moura su barrio judío y su
parque dedicado a Miguel Hernández, somos admiradores de Rosal e Isla Cristina,
a los dos nos gusta embellecer con nuestras voces la palabra y a veces lo
conseguimos, tenemos una sangre siempre a punto de hervir y nos conocemos
porque lo quiso la tormenta de un verso. Incluso él me ha custodiado las
espaldas para que no me sintiera solo y yo le ayudé cuando una mañana se quedó
dormido en mi tierra y la pared de un huerto le despertó para que la mina no se
lo tragara; él y yo –como digo- somos como el lápiz y el cuaderno, ambos
imprescindibles en esto tan goloso que es la buena amistad.
De antaño conozco lo que escribe y
por qué lo escribe, que le inspiran los desarreglos, la injusticia, el dolor,
la desigualdad; que es capaz de jugarse el tipo en un poema, esconderse en una
duna para continuar amando la mar y desvivirse por escenificar cualquier
belleza de la sierra suya a la que tanto adora; de Rosal son sus atributos como
docente y de allí aprendió a convivir con el recuerdo de Miguel Hernández hasta
hacerlo su propio cómplice o su hermano.
Mi amigo Augusto goza de prestancia
poética en el panorama onubense y andaluz, tiene una buena fama ganada de
dominar la práctica de la franqueza y le conozco momentos de una entrega total
por la causa de la poesía. Está hecho a imagen y semejanza de Adelina, su
compañera de avatares y encantos.
No me gustaría terminar, quiero
decir más cosas, tengo en la memoria infinidad de emociones, nos sobran motivos
para querernos, andamos la vida con el traje de la amistad puesto hasta los
labios y usamos sombrero para reservarnos de pensamientos perversos porque en
el fondo somos los dos unos pícaros en esto de vivir.
Confiad en mí, no le olvidéis,
atadlo, Thassio siempre os será útil.
Ramón Llanes 6 febrero 2020.
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