QUÉ SERÍA DE LA VIDA SIN FANDANGO.
(A modo de Epílogo).
Habrás sentido mi escalofrío, amigo lector, después de hundirte en la magnánima efervescencia del fandango, perfectamente descrita en la obra que precede a este epílogo; te habrás identificado con la estética una vez más, con el compás en sus límites, con los “dejillos” propios de cada lugar y te habrán entrado unas inconmensurables ganas de no acabar. También habrás osado canturrear al tiempo las letras que instruyen la vida en esta tierra mágica y que se resumen en una sinfonía menor de cinco versos en rima de rebeldía, amor, desengaño, halago, fantasía o llanto. De eso de trataba, de engancharte, de hacerte vibrar, de ponerte al día en los sentimientos, de recordar aquello olvidado y aprender lo no sabido; observa que el contenido del libro te ha ido llevando a un ritmo de taberna, de cortijo, de cacería, de sueños, que ha constituido tu referencia en la lectura. Se trataba de eso, de apasionarte con la misma fuerza que Juan lo inventó.
Ha sido sabio el autor al huir de sí mismo en evitación de proselitismos inoperantes y valerse de otros sabios de la fandangonía que conocen la historia de todas las historias de una de las obras de arte que es identitaria de esta única versión de vida que es Huelva y su provincia y que son intérpretes o estudiosos de los delirios que evocan siempre sus melismas, sus tonos, su grandeza y sus rasgos. La excelente obra que te engola el sentimiento en este instante que la finalizas por vez primera te dará para mil reflexiones en torno a tí, a tu ascendencia, a los creadores de expresiones tan esbeltas, a los cantaores de arriba que con voz laína impresionaron las alturas, a los otros cantaores que llegaron a los bajos con su gravedad de voz y sus estilistas equilibrios en las zonas menos apreciadas. Pensarás, amigo lector, en esta inmensidad y recomenzarás en valoraciones a entender el por qué de estas causas y la consecuencia de estos tragos que para tanto han dado en las emociones de los seres humanos que han tenido el privilegio de vivirlo. Y pensarás qué sería de la vida sin el fandango.
Después del Epílogo solo cabe quizá la penúltima copa o la segunda emoción, no encierres la lágrima que pueda caerse al libro, no desmerezcas de entretenerte en estas cosas nuestras que parecen de poca importancia, llora sin rubor, canta con valentía, desmenuza cada hoja, vive cada verso; acuérdate de aquellos que te alejaron de la soledad con un quejío y también de quienes ahora le ponen un tono más afable a la existencia.
El hombre que te acercó esta enciclopedia ha compartido cante y calle en troníos alosneros de los mayos nocturnos, ha prestado presencia a gracejos valverdeños, ha recorrido los sitios de Almonaster, ha dedicado tiempo a las voces paymogueras, ha subido a los altos de toda la serranía y ha bajado a las espumas blancas de la Onuba más cálida. El hombre que te asoma su actitud en este cuaderno de honores vive el fandango desde la consigna de sus más profundos credos.
Ramón Llanes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario