EL RETORNO.
Estoy hecho a la
melancolía
de tanto cenar
tristeza;
convengo perder la
tarde o pararla
o devolverla. La
noche lastima
cuando no es
festín,
cuando todos se
dejaron el recuerdo
en la sombra, todos
ellos, los buscados,
las ninfas, las
ráfagas de aire.
Huele en la mesa a
restos de crisantemos
y adquieren un
color parduzco
las hortensias, ni
se oye la vida.
De leyes son aquí,
digo en el estrado
inquieto del alma,
las alfombras
para desentumecer
los tilos que trepan
por los nervios y
las escamas. No alcanzo
la hora del
retorno, la memoria
me nombra las
letanías del pródigo
y me tiende tu
nombre sin manos,
sin aviso de
llegar. Y se me hace
todo tan alto y se
me olvida tanto
la distancia que
han usurpado tu linde
las demás
pertenencias.
Se resume mi
equipaje
en melancolía.
Distingo el
horizonte solo por la luz
que se difumina
entre las sombras,
el extraño fugitivo
que huye de huir,
se tumba en la
carga del destino
y araña las líneas
rojas
de un perfume
perdido
en la contienda de
esperarte.
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