LAS CIUDADES SON LIBROS
Vivo con el deseo abierto e imposible de recurrir otra vez al festín andariego por esta Onuba humilde y cálida que nos envuelve la estrategia del vivir de una manera tan subyugante como tierna, que más que ciudad parece cuna acogedora, que está siempre abierta para nosotros y nos tributa la calma y nos enciende sus luces de la mañana poniendo cada brillo en cada esquina, cada esquina en cada brillo. Y se ha entristecido.
Esta, mi ciudad, mi Onuba tranquila, mi mecedora y mi tambor, mi sueño y mi estampa, esta mi ciudad con tantos reflejos de tantas gentes que me gustan, esta ciudad es la que admiro, adoro y me emociona.
Me apetecería - siguiendo la consigna metafórica de Quintín Cabrera de “las ciudades son libros que se leen con los pies”- hundirme en los huesos corpulentos de mi ciudad y dedicarle mis horas a leerla con los pies, a manosearla con mil miradas, a intentar detenerla en la claridad del tiempo para mi íntimo hedonismo.
Y tenerla en cercanía, distinguirla en los geranios de la calle botica y en sus bellezas; Onuba es una conspiración religiosa y es, como no, un enjambre de luces; huele a café recién hecho, suena el agua de la fuente, Colón mira hacia su horizonte, las palomas buscan el continuo tonteo de su picar, el cielo es un mantel subido de azul y los colores mastican las ensoñaciones del paseante. Será mi festín conocer de nuevo los pensamientos ocultos de mi ciudad Onuba, que alguien me cuente su amor, las plazas me cuenten su armonía, el silencio me cuente su bulla, las páginas en blanco me cuenten su ansiedad.
Mi propia apetencia quiere volver a hacerlo.
RAMÓN LLANES
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