INVITACIÓN
La
época se presenta propicia para los eventos; en cualquier lugar hay una fiesta,
cualquiera prepara algo en casa e invita a los amigos, las comidas entre
compañeros se prodigan, las celebraciones son frecuentes, las bodas están
reservadas para este ciclo; existe una maraña de acontecimientos que desentraña
esa vida menos ajetreada convirtiendo en causa de cierta alegría este inmenso
tropel de gentes.
Pudiera
parecer que se trata de promocionar las relaciones humanas que acaso estuvieran
oxidadas después de un hosco tiempo de afrentas lluviosas, vientos
incontrolados y sustos de tormentas, y es así la realidad, sin discusión,
considera la experiencia. Algo de incerteza tiene la citada conclusión si a las
tierras nuestras referimos o consignamos en tal apartado de haber vivido en
clausura estaciones atrás; nada más lejano a los hechos, que por mucho que
establezca lo dicho, de empírico o real, la verdad se sustenta en otras
premisas. La sociedad donde habitamos, nosotros, los de aquí, hace vida callejera.
Es todo el año un fluir de relaciones, de contactos colectivos desde donde se
promulgan las leyes de la convivencia sin una imperfección. Es así, con soltura
se destilan las amistades y se divierten el cuerpo y el alma a través de estas
fórmulas tan sencillas de compartir conversaciones, cantes, comidas o fiestas
con los más allegados que son quienes componen la piel que nos cubre el
sentimiento y nos aporta la vitamina necesaria para continuar con menos
espasmos solventando el placer de vivir.
Que
la invitación siempre traiga un arraigo o una agradable consecuencia depende
del estado de recepción que cada cual formule pero se dan los acordes justos
para que la sinfonía salga a pedir de boca. Que siempre en nuestras tierras son
exageradas las ocasiones para la solemnidad de un encuentro o la delicadeza de
un buen acto con amigos, y siempre acaparan tanta consistencia que ayudan a
sobrellevar la fusta ingrata de los vicios crónicos que crecen en la otra parte
de nuestras realidades, aquellas que en tales supuestos nunca nombramos.
Me
parece que escribí esto hace mucho tiempo y además en estío, ¡qué memoria!.
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