LA CASA DEL
MAR DE RAMÓN LLANES.
Augusto Thassio.
Grande. Ramón Llanes es un poeta grande, inmenso. Un poeta de
exquisita sensibilidad, capaz de hablar
con la brisa, con los dorados malvas de los atardeceres y con la vieja
farola de su terraza, en lo alto de la mina, que se deja querer por los versos
no escritos del mirar silencioso de Ramón.
“Guardo viejos versos/ para ocasiones/ escritos en
servilletas de papel/con memoria”
Tharsis le admira y le quiere desde que era un mocoso que
trasteaba en el cajón de sastre de su padre, jugaba a ser capitán de los pinos
del Madroñal y descubridor de fabulosos tesoros, que las naves de rey Salomón
ocultaron bajo montañas de escorias, en espera que poemas azules de “La Casa
del Mar” señalen el cielo abierto y rumores de luces nuevas.
“Basta la primera luz/para cubrir consecuencias/y no cunde el
desánimo en las clases de vivir/que ofrece lo cotidiano”.
Precisamente, su último poemario “La Casa del Mar”, sugerente
título y sugerente portada del pintor Juan Carlos Castro Crespo, fue
presentado, reción estrenado septiembre, en el teatro Villa de Tharsis. Las butacas fueron ocupadas por tharsieños de
todas las edades, sedientos de versos y añoradas mareas que quedaron ancladas,
como barcos, tierra adentro donde el sudor y la sangre se mezclaron para parir
la idiosincrasia de un pueblo que goza y disfruta con la belleza de la palabra
y los melódicos sones de los suspiros.
“No nos dejemos/ viciar con olvidos de memoria,/ ya no somos
la utopía/ primigenia de la mar,/ahora tenemos de alma sana/la emoción/ y
seremos capaces/ de sembrarnos de verdad/toda la relación necesaria de los besos/
hasta las últimas eternidades”
Los 63 poemas -suman el mágico 9- se derraman a lo largo de
todo el poemario en cantos a la libertad, a la justicia y al reencuentro de
espíritus afines a la esencia primaria de la esperanza, vencedora de intrigas,
engaños, maldades y guerras fratricidas.
La presentación, emotiva y conmovedora, contó con la
intervención a la palabra de Paco Durán, María Llanes, Simón Llanes, Elena
Rodríguez Llanes, Simón Pérez Volante, Susana Llanes y un servidor, que me
equivoqué, confundiendo Tharsis con Riotinto, y por dos veces. Imperdonable.
Ramón, con la parsimonia de un sacerdote druida, agradeció a
los asistentes su presencia, nombrándolos, uno a uno, con cariñosas palabras.
En definitiva, un acto extraordinario para presentar un
extraordinario poemario que todos los que aman la poesía deben leer, despacio,
verso a verso, sorbo a sorbo, como el mejor de los licores.
Ramón Llanes sabe cómo emborrachar con sus poemas a los
espíritus más exigentes.
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