EL TREN DE LAS CEREZAS.
La niña resolvía la tarde cortando mariquitinas en la
mesa ovalada del salón a la luz de una lámpara fluorescente, intensa y cenital
que a poco conseguía entortar las líneas trazadas. De ese turbio aburrimiento
que la invernada deja en los cristales y en los ánimos, de esa apariencia de
existir que los niños inventan para entretener al tiempo; en la dulce comodidad
estaba, rendida al entusiasmo de fabricar sus muñecas, cuando el padre
anuncia,! nos vamos¡; la niña levanta los ojos brillantes como estrellas y,
olvidando la tarea, se pierde en la sorpresa para arreglar lo mucho de ilusión
que se precisa para un viaje a cualquier parte.
En los preparativos incluyó la niña todas las emociones
de la aventura. Le esperaba el glorioso tren de las cerezas en el andén de una
esperanza. Sería vivir, saber descifrar los horizontes y la distancia, un
pueblo, otro pueblo, el río, la agitación del tren, un entorno nuevo y, sobre
todo, la otra cara de la vida.
Antes de la hora de salida se llenaron de gentes los
vagones; soldados, mujeres con grandes maletas, un grupo de niños vestidos de
uniforme como si fueran de acampada, un cura solitario, un señor con sombrero;
la niña observaba los detalles de aquella heterogénea concurrencia y esperaba en
la ventanilla de su departamento que la campana diera el toque de partida.
Echó a andar, paisaje adentro, el tren de las cerezas,
adelantando los árboles y tragándose la vía al canto escolar de los niños y al
primer sobresalto de aquella niña que dejó un momento su sonrisa al atravesar
un túnel.
Refiere la leyenda del tren, publicada en el cuadernillo
de ruta, que nunca tiene destino cierto, que se le conoce como el tren de las
cerezas porque sale puntual cada diez de abril del Valle del Jerte en la provincia
de Cáceres y que recorre hasta el diez de agosto cada una de las estaciones de
todos los pueblos y ciudades de la península. Refiere también que los pasajeros
reciben un ramillete de cerezas al final de su destino y suele referir en letra
muy pequeña que el tren sólo anda empujado por las sensaciones que, a medida de
su marcha, vayan experimentando sus viajeros; eso dice, en letra muy pequeña,
la leyenda del tren de las cerezas.
R.Llanes.
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