Setiembre se tumba al sol como si presagio fuera, esquivando los sofocos se marida con la siesta y se hace de sopor olvidando que la fiesta es soplo de una ficción y premura mañanera de sombra, libro y espera. No sabe setiembre, no, que la frialdad enseña, que el aguacero se abrió por las cornisas primeras y que más vale un adiós sin daño que una tormenta. A este castigo y temblor haremos nuestras maneras, subsistiremos los dos sin desespero ni pena. ¡Carajo, cómo dolió que tanta agua cayera!.
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