CENSURA Y DIMISIÓN
“Censura” es un vocablo clásico
de nuestra rica lengua que fue muy utilizado en condiciones y tiempos de los
que no me apetece acordarme, como mordaza, tope y límite a libertades y
derechos; en una época pareció desaparecer del uso porque la sociedad subió un
escalón de cordura y alcanzó una meta de consideraciones, luego volvió a las
andadas y llenó páginas y voces al estilo antiguo y además se instauró un nuevo
código llamado moción que le otorgó un significado más democrático y disimuló
su crespón de castigo; a nadie engañó y vivo sigue como un ciempiés haciendo de
las suyas.
“Dimisión” también es un vocablo
antiguo de nuestro extenso léxico que las razones que dictaban entonces las
leyes no le otorgaron vigencia y permaneció oscuramente perdido en cualquier
anal histórico sin utilidad y sin ocupar línea en el cuaderno de moda. Ahora, -como
resultado a la banalidad, al albedrío y al desorden- asoma con más frecuencia
de la deseada y se usa como látigo ético para desactivar vulneraciones y evitar
el abuso individual de los seres que se permiten quebrantar el sistema. Y casi
nunca se practica a petición propia sino a obligación ajena.
Ambos son conceptos que saben de
su importancia y que los ciudadanos conocen a la perfección cuando se trata de
rebatirlos pero nunca cuando se trata de aplicarlos, siendo exactamente iguales
en letras y contenidos para una u otra función. Pero no trate usted de averiguar
los fundamentos que transitan por las mentes para su interpretación porque no
existen.
Ramón
Llanes. Lunes 17 enero 2022. (Por si acaso).
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