IMAGINA QUE PUEDES VIVIRLO (EL BOSQUE DE LAS LETRAS)
Por
Juan Antonio Muñiz
Imagina que llegas a un pueblo
pequeño, que recorres sus calles empedradas y que vas a dar a una coqueta
fuente de tres caños, con un pilar abrevadero y un lavadero cubierto en cuyas
pilas, las mujeres de antaño lavaban las ropas mientras charlaban de sus cosas.
Imagina que es otoño y que el sol
luce, pero no quema, y que quieres seguir dando un paseo. Decides coger por el
camino de las huertas que se muestra ante ti. Avanzas entre enormes alcornoques
que custodian tus pasos. Sigues descendiendo y un humilde arroyuelo te acompaña
en tu camino por la izquierda hasta que, sin darte cuenta, desaparece de tu
vista.
La tierra del sendero amortigua tus
pisadas. Para protegerte de los rayos del sol o de la lluvia, si aparece,
las ramas de alcornoques se entrecruzan formando un túnel a tu paso.
Así, como quien no quiere la cosa, te
has parado a leer varios carteles con poemas en el apenas kilómetro que llevas
recorrido.
Te agrada el paisaje, el camino
desciende suave, casi no te has dado cuenta que has ido bajando desde el pueblo
hasta la rivera donde compruebas que, casi de forma clandestina, ha vertido sus
aguas el humilde arroyuelo al que unos metros más atrás le perdiste la pista.
Hay un cascabeleo de hojas de chopos
y de castaños, las cuales, desde su altura centenaria van haciendo para ti una
alfombra de hojas de colores a tu paso. El otoño de esta zona es generoso en
hojas caducadas.
Tomando la curva de la finca El
Molino (en la que suele haber cerdos que tranquilos aprovechan la montanera
para darse un buen panzón de bellotas) hacia la izquierda, te sumerges en un
bosque de encinas, alcornoques, castaños y chopos. La música a este bucólico
concierto de hojas que aletean con el aire y van cayendo, la ponen el agua de
la rivera y los pájaros.
Hay quietud en el campo y tú respiras
profundamente el aire limpio que por todos lados te circunda. Estás en la zona
de los puentes de madera. Subes al más largo y desde arriba ves tu reflejo en
las aguas tranquilas. El paisaje se invierte desde el puente como si se tratara
de un espejo. Por todos lados el verde que aún sostienen las ramas te arropa de
esperanza. Un poco más adelante, cruzas otro puente bastante más pequeño porque
el arroyo que le corre por debajo es más recatado en su caudal.
Apenas lo has cruzado, un espacio con
mesas y bancos de madera te permitirá tomar tranquilamente un tentempié.
Ya está cercano el rincón encantado
de este sendero, aunque en sí mismo, todo el recorrido es pura magia. Tras
dejar atrás el merendero, no tomes a la derecha; sigue el estrecho camino que
desemboca en un puente pequeño, mucho menos arrogante que los dos que acabas de
dejar atrás. En este tramo de unos doscientos metros, la rivera te acompañará
por la derecha. La tierra es aquí una alfombra de hojas de chopos altísimos. La
luz del sol a duras penas penetra entre las ramas.
Y de pronto, sin esperarlo ni que
nada haya advertido de su enclave, llegas al cofre encastrado en las piedras en
cuyo interior te esperan aventuras diferentes.
Y ahora deja de imaginar y ven y vívelo. Este lugar existe en un
pueblecito de la sierra onubense, Santa Ana la Real. Su nombre es el Bosque de
las Letras. Los troncos de los árboles cercanos al cofre encantado se van
poblando de historias, de leyendas, de poemas de gente venida de otros sitios
que hacen así más hermoso este paisaje de cuento.
Tras salir de tu ensimismamiento,
déjate llevar, camino de las Callejas arriba, de nuevo hasta la Fuente de los
Tres Caños. Abrázate, si quieres, a los
troncos inabarcables de los enormes alcornoques que acompañan tu paseo, déjate
enfrascar por el olor del mestranto que nace en los bordes del camino y
disfruta del campo hecho aldea en La Presa.
Ahora ya sabes que además de imaginar
que has dado el salto desde la ciudad hasta este mágico paisaje, también puedes
disfrutarlo, sumergirte en él, ser un elemento más que pone vida a este lugar
lleno de vida en el que, no lo olvides, los pájaros y el agua le ponen sus
notas musicales a esta sinfonía inacabada porque tú aún no has llegado hasta
aquí para escucharla.
Santa
Ana la Real, 13 de noviembre de 2021
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