LOS REGALOS.
Al colocar los regalos en su árbol de Navidad, pensó
Roberto que los niños de su guardería hacían lo mismo en ese mismo instante y
con la rebeldía incipiente que le caracteriza se dirigió a la puerta de su
casa, ya fuera, y trasladó allí todos los juguetes que sus padres ponían junto
al árbol. Estos se enfadaron y volvieron a meterlos en casa. En un descuido, el
niño Roberto, abrió la puerta y puso nuevamente los bultos envueltos en papeles
de colores, en la puerta de su casa.
Ante la sorpresa de sus padres, con otro enfado, el
niño hablando en su idioma de medio chapurreo, les dijo que quería darle sus
regalos a otro niño que había corrido descalzo por la acera de enfrente.
Los padres le comentaron que aquí, en su ciudad, ya no
existían niños descalzos. El niño no entendió las razones que le proponían para
que aceptara los regalos y en un tono de rabia infantil echó al fuego de la
chimenea todos los paquetes que guardaban los preciados regalos que habían
preparado para Roberto en su precioso árbol de Navidad.
Aquella noche despertó llorando en varias ocasiones,
mojó la cama a conciencia, se negó a dormir y se levantó antes de las seis para
mirar delicadamente los restos de regalos que yacían en el fuego, contempló el
árbol donde colgaban otros regalos, volvió a llorar casi en silencio, despertó
a sus padres y se dejó dormir con ellos. Y Roberto soñó que ya no existían niños descalzos en el
mundo.
Ramón Llanes.
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