EL MENSAJE.
El
periódico ha llegado con orgullo, lo leo con la escasa convicción de todos los
días aunque me place ese rito habitual de poner la imaginación, un rato, al
servicio de la tragedia por costumbre. Exactamente siete artículos de opinión
sobre varias esferas, principalmente políticas; una editorial cargada de
crítica sobre los sucesos del viernes pasado relacionados con el problema
fatídico de la inmigración, treinta noticias alargadas de deportes o comidillas
del deporte, cine (pequeño comentario), espectáculos, tres esquelas de personas
mayores de 70 años, anuncios en cientos, pisos, pisos, coches y, por
casualidad, una nota original, de las que no suelen tener presencia útil ni
merecedora de atenciones, se trataba de una inserción publicitaria con el
siguiente texto: “Te espero en la orilla a las once. Felicidades, te quiero”.
Me
llama la atención, indago y pierdo el tiempo; en redacción me indican que saben
solo de lo escrito; en administración, que pagaron el anuncio al contado sin
identificación; una sola pista: era un hombre.
Al
otro día me salto las noticias y busco el lugar de ayer y aparece : “No has
venido a la mar pero te amo”. Me
preocupo y obtengo el dato de sus iniciales V.P y no alcanzo más. Algo de
desolación, algo de impotencia me queda en la memoria para tener la posibilidad
de cosquillearlo. Me digo que una historia tan emocionante no puede acabar así
y me animo a seguir este recital amoroso los próximos días.
En
efecto, un 25 de enero, deja el romántico su huella escrita a la amada con una
frase tan abstracta como esta: “Me dueles, te esperaré siempre, te amo.”. Y mi
investigación solapada pero activa sin datos que la ayuden a progresar; se me
ocurren muchas conjeturas pero en esto del amor todo lo lógico puede ser
absurdo y bajo la guardia. Dos enamorados, pienso, son capaces de escribirse un
libro o de olvidarse y aborrezco el interés.
En
los meses siguientes al “suceso” miro de soslayo las páginas del amor con más
curiosidad que ganas y no encuentro mensajes ni respuestas como aquellas. Pero
allá por mayo me viene a los ojos un artículo de opinión mitad emotivo, mitad
lírico, de un autor habitual en las columnas de prensa de este periódico.
Titula “A ti” la declaración de amor que le hace y caigo en la cuenta que era
yo la destinataria de los anuncios y ahora me vuelco para conocer a mi enamorado.
Así
lo escribió Ana una tarde de julio mientras pensaba en la tristeza.
Ramón Llanes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario