ODA
IMPERFECTA A LO VIVIDO ¿A quién
dedicaré mi ternura? ¿a quién mi turbulencia?. Acaso a
la tierra. Sí, hincaré mi travesía en la tierra. Con la
rabia de un herido o la insatisfacción de un pródigo. Acabaré
deshollinando mi alma, sin dios, sin premio, sin una
emérita y luctuosa catarsis. A la tierra, el cuerpo y la
firmeza, la santidad y los vicios. A la tierra, la ensoñación y las
penalidades. A la tierra, a la boca más profunda de la tierra dedicaré
la parte de vida que le corresponde. A qué
ideario anotaré las ideas que me quedan?, a dónde
la artesanía de los versos?, para
quién los libros sin leer y los cuadernos gastados?. Nadie,
sino la tierra, heredará con deseos mi nostalgia, a nadie
podré contar que ya estaba en la tierra antes de
abonar la fosa húmeda, antes de habitarla. A nadie
diré lo vivido en la jerga del poeta, del añil o la
manzana. Del corazón, a nadie. No sabrán responder
con humor tan abundante murmullo. Enviaré
aquietar a los obispos, seré con ellos compasivo sin
gratificarles, seré fiel con la música, con la tarde, fiel con
la amistad y los paisajes. Cruel con nada. O quizá
con la burla de los malditos, con los miserables que
incendiaron esperanzas en los pueblos, con las ratas de
factoría humana, con la colección de avaros. Cruel con nada,
nada más cruel, para dejar previsto cómo los
sueños se colorean desde la utopía. Te
llamaré tristeza, nunca olvido. Te llamaré, si prefieres, agua y
mar, las dos cosas te serán percibidas. Te ajustaré a la
última vena que aguante el último misterio del vivir. Yo me
llamaré como diga la tierra, como mi madre suspire o me
llamaré con el nombre que los perros dedican al amor. Te
hubiera gustado llamarme, tantas veces, melancolía, calma y
emoción. Ahora importa más el recuerdo. De nombres, elige, traza
un borrón y será el mío. Mi página es frágil con el
beso, dedícame todo el pensamiento y me estarás honrando
y me estarás amando, y pensaré dos veces mi decisión. Cuando
llegué ya estaban los árboles y la mina. Ellos crecieron conmigo,
crecieron los árboles, creció de sobras, la mina. Nos
hicimos socios en el respeto. Acabé siendo razón y piedra, hoja
caduca. A veces estorbo, a veces rey, a veces intrépido pero
formábamos una sociedad perfecta para los debates y
sobrevivimos, a pesar del cansancio. Ellos ya estaban cuando
llegué y supongo que no iremos juntos al desierto, me
mandarán de explorador y seguiré siéndoles fiel y alegre como
hasta aquí. Ellos, lo sé, no cerrarán con llave la esperanza. Ramón Llanes
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