Hoy, las
autoridades por fin, han
puesto nombre a la calle rota donde
solo viven los obreros, donde
juegan el pozo con la sed, el perro
con la gata, los gritos con el silencio. Le han
puesto calle del olvido y
aplaudieron al pisarla el alcalde por vez primera. Luego
invitaron a refresco y hambre, se
marcharon en largos coches negros con
bocinas huecas y
hablaron de otra cosa, las autoridades, de otra
cosa distinta de los obreros y de la
calle rota y de las
promesas de siempre. Nadie
miró, los
obreros siguieron llorando con el
olvido.
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