RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

sábado, 20 de julio de 2024

POLICÍA

POLICÍA.
Mi amigo disfrutaba mucho realizando labores de policía cuando jugábamos en la calle y descubría los malos modos de unos o la envidia de otro, antes de suceder. Era una especie de lince, con un olfato único, un avispado ser casi nacido para ello, como salido de cualquier aventura policíaca. Siempre le dijimos que no valdría para meterse en ese mundo de la policía porque tenía una actitud de nobleza que le destacaba por encima del alma y un corazón sin parpadeos, dispuesto a la ayuda. Le recomendamos que se hiciera misionero.
Y en una Comisaría de esas que abundan por lo largo y ancho de este país encontré una mañana a mi amigo, veinte años después, vestido muy pulcramente , con la misma sonrisa de la juventud, con la misma predisposición , con su entrañable buen humor y cara de buena gente. Se me ocurrió pensar que pudiera ser un error de interpretación pero estaba en lo cierto. Nos dilatamos en una conversación sincera y prolongada en la que recorrimos años y vivencias de cada uno y me dijo una frase que me dio mucho que pensar el resto del día e incluso aún la conservo en mi memoria.”Al final os hice caso, fuí misionero”.
Entendí a mi amigo. Misionero y policía, estaban separados por un trecho tan mínimo, que pudo hacer las dos cosas en una o mejor dicho puso su actitud al servicio de su profesión. No equivocó su vocación y cada vez se siente más orgulloso del “cuerpo”. Ha vivido en los lugares más insospechados, ha asistido a enfermos, ha salvado a mucha gente de morir, ha impartido enseñanzas en hospitales y cárceles, ha socorrido a niños, ha luchado por la defensa de la verdad en la que creía, ha logrado reinsertar a jóvenes que se enfrascaban en la droga hasta la médula, ha saltado en paracaídas por recuperar a un anciano con una esperanza de vida, ha hecho de padre, de esposo, de hijo y de médico en miles de circunstancias, ha entregado su aliento a una causa válida. Todo eso le resplandece en el gesto cuando lo dice con cálida sencillez, como si hablara de un relato sin importancia.
Desde entonces mantengo con mi amigo una amistad renovada y desde entonces también en mi ámbito he sabido comprender mucho mejor al policía, he desterrado aquella idea tópica de la represión y la paliza; he sabido por él que las fuerzas del cuerpo de policía sirven al estado de bienestar de una manera francamente loable; son los más cercanos tuteladores de la seguridad. Y a mi amigo el misionero-policía le miro sin recelo, con el respeto de un buen amigo, con la fe de la mejor creencia en su función en la sociedad.
Me convenció de todo lo que ahora intento convencer, viniendo esto a colación porque hoy me apetecía contar esta historia basada en un hecho que pudo ser real.
Ramón Llanes.

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