TÚ QUE NO ME ODIAS
Íbamos de la mano y nos desencontramos en Cibeles, nos parecíamos en la vestimenta antes de volver la vista atrás y cuando llegaron los ciclistas se modificó el atuendo como por un arte de magia emocional o figurativo, tú aplaudías las ruedas, yo lloraba por costumbre crónica de dos años de muertes, a ambos nos distanció el mensaje y nos perdimos un gran rato que pareció un siglo pero acudimos a no sé qué llamada para encontrarnos en el metro de vuelta a casa; ahora tú llorabas porque no llegaron los ciclistas, yo reía porque los ciclistas no llegaron y se juntaron las manos y se juntaron los labios y cantamos un himno de dignidad cuando la muchedumbre gritó a favor de la vida y se te olvidaron los pedales, el maillot y las causas de tus aplausos. Han pasado dos días, cada cual ha dicho, cada cual ha pensado, pero la conciencia ha convencido al mundo de Madrid del lugar correcto y humano de la verdad. Ahora volvemos a estar juntos, nos seguimos amando. Tú que no me odias has firmado conmigo la Paz por Palestina. La vuelta nos aclaró las prioridades de la existencia. Ya podemos llorar juntos.
Ramón Llanes. 16.09.2025

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