A veces el tiempo diluye el hispanismo, lo ha tratado con mil definiciones, ha añadido -el tiempo- perversidad y mofa, colonialismo en tono peyorativo, gesta casual o imperialismo; cada cual puso su concepto y las cosas atemporales le dieron su creencia o su olvidanza. No es necesario apuntar más adjetivos, el génesis está formado, los pueblos de allende y los de aquende son protagonistas en alma de cuanto ha marcado lo sucedido en las largas páginas de las historias escritas a modo de crónica o lección, nada queda por decir o -si acaso- cambiar los horizontes, generar acercamientos, provocar el diseño del humanismo más certero y utilizar los mundos hechos para hacerlos grandes, más inmensos en el pensar, en el progreso, en el pacifismo, fortalecerlos en lo natural, tal como lo natural que los rodea evoluciona.
A veces las ocurrencias hispanistas solo vuelven en octubre cuando el doce anuncia un celebratorio de la conquista en los cuadernos disciplinados y consentidos de espiritualidad y civilismo pero dejando a un lado la cualidad de los alimentos que unen a los seres que habitan o intentan habitar celosamente el humanismo, que tal vez fuera la meta primigenia de los primeros aventureros que alcanzaron aquella utopía. Han sobrado siglos, han faltado voluntades.
Ramón Llanes. 12.10.25
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