PARA QUÉ LA VIDA.
Pudo bastar con una pregunta
para autorizar o declinar la invitación de mi derecho a la vida.
Una simple consulta. El bautismo es menos
y me preguntaron; el matrimonio es menos y me preguntaron;
nadie, para nacer, me tuvo en cuenta,
ni siquiera escrutaron mi voto.
Me dirán que no existía,
pudieron inventar la fórmula, era fácil llegar a mí, llegaron.
Estaba yo con mi eternidad sobrado de todo
y me traen en un compromiso biológico responsabilizando
a mis progenitores. Me rebelo, les presento un llanto
de impotencia, pero ellos sabían que me estaban condenando.
Para qué la vida, cuando me arropaba la inconsciencia
en una nada de perfección, allá en los infinitos espacios
de la única verdad. Para qué la vida, no les dije, es ahora
mi protesta, ahora cuando les destruyo el sistema. No era
lógico, ya veis, ni consensuado, ni científico.
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