CON GANAS DE VENCER LA UTOPÍA.
Yo podría haber elegido ser espejo para haber llegado intacto de brillo y azogue a las inmediaciones del año dos mil cincuenta, pero las dichosas circunstancias de la fecha de la boda de mis padres, de la primavera en ciernes y de los complejos de mis hacedores por animarme de por vida a pasar desapercibido en los foros gregarios del mundo me dejaron a las puertas de unos ojos, un llanto, unas manos y una cuna como un hombre cualquiera que llegara para llenar otro hueco más de la existencia, sin otra alternativa que pisar de vez en cuando los charcos o juguetear con las sombras.
No me preguntaron, no me tuvieron en cuenta a la hora de determinarme, no supieron que nacer en mayo me otorgaba una empatía especial con lo romántico, anduvieron un tiempo largo añadiendo azúcares a mi deleite y juegos a mis risas y en esa dualidad me frotaron las manos para saber arderme la inquietud y me dejaron a medio camino entre la realidad y la utopía, donde ahora habito con pasión.
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