HORAS
MUERTAS
El
tiempo, ese prodigio de la vida, criba toda memoria; el tiempo es el
dueño de la anarquía y de la soledad. Las horas le transitan y le
miden las distancias, siempre ajenas a la libertad y al acomodo; las
horas nunca bostezan ni se retrasan ni se quejan, cumplen con el
devenir en un absoluto silencio. Están vivas hasta que una exigua
pereza dominadora las hace muertas para conformar idiosincrasias del
ocio.
Horas
muertas en los entornos de las tardes del estío, como rito y
adoración a las dolencias del sopor que alientan la apatía y
convierten en inocuas las esperas hasta que al sol se le ocurre
desenfrenarse y colaborar en la inercia para rumiar la actividad y
desadormecer los músculos, tan ineptos en las sombras, tan
placenteros en el sosiego. Parece que todas las horas son muertas en
momentos determinados, que el tiempo se ha dormido y los solícitos
humanos dejan de actuar al compás exigido, ajenos a la importancia
de la escena y cansados de dedicarse a solventarles el bienestar a
unos pocos, tan tardíos en despertar y tan calmos en el vivir.
Dicen
los mayores que las horas son para el confort, para domesticar los
fracasos y distinguir mejor lo soñado de lo real. Las horas
-supongo- intervienen en los ciclos y los hacen extensos o cortos,
los desafían, los deterioran o los dignifican.
Yo no sé
de las horas muertas más de lo vivido. Sé que intento huirlas
aunque no con desespero; sé que la farándula de este circo viviente
se alía con excesivo apego a su culto y las conciencias no resaltan
precisamente por el descubrimiento de nuevos caminos y los modelos
ejemplarizantes no se insisten hacia el bienestar colectivo; y dicen
los mayores -que saben mucho de esto- que las horas muertas duermen
amargamente a las memorias y fortifican el desconsuelo pero que ellas
mismas tienen su mágico antídoto para fundirlas en tiempos de
ajetreo apretando un solo botón de la voluntad.
RAMÓN
LLANES. 13.4.2013. publicado en digitalextremadura.com
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