Todo
el revuelo alrededor de la izquierda, intuimos desde fuera, que puede
significar cambio, alguna modificación importante, no solo para
atraer adeptos y votantes sino también para saber gobernar mejor o
saber opositar mejor a este ejercicio de hacer política buena,
vistas las últimas demandas que la ciudadanía solicita. Entablar
discusiones sobre que las estadísticas están manipuladas o sobre
que el nuevo signo de presunta izquierda trae mensajes falsos no será
suficiente, más bien podría ser un buen debate plantearse los por
qué de la decepción a los otros, los por qué de la vergüenza de
haber jugado con simpatizantes y electores participando en
corrupciones y limpiar los bolsillos a los que negociaron “eres”
y borrar del mapa a cuantos maleantes, aprovechados e indignos han
manchado las siglas del socialismo.
Pedro
tampoco esto bastará, no será suficiente hacer manifiestos de
honestidad, la ideología ya está configurada y consolidada solo hay
que cumplir sus normas y éstas no maridan con la fealdad de la
política que se ha hecho costumbre en este partido con una dejación
total por el honor que esperábamos y por la dignidad que se
presuponía estaba inscrita en el lema del socialismo, de este
concreto socialismo.
Quienes
no tenemos arte ni parte en el llamado pesebre a donde se arrimaron
tantos y tantos a surtirse de beneficios, observamos que la utopía
se ha cumplido al revés; aquellos sueños que se nos infundieron
desde treinta y tantos años atrás se han desvanecido por la osadía
de esos que han puesto nombre a las tropelías que nos avergüenzan
nuestro idealismo. La izquierda no era la corrupta, manejaba fórmulas
de compromiso, lealtad, sensibilidad, y era cercana a nosotros, -como
la entendimos-, para soñar con nosotros y hacer juntos singladuras
hasta la igualdad, pero nos han engañado. Ahora que no baste un
algodón para darle esplendor al socialismo, mejor una excavadora y
una voluntad de hierro con muchas agallas. Es la izquierda que
esperamos.
Ramón
Llanes. 12.8.14. Diariodehuelva.es
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