ODA A LA MINA
Apenas
abrimos los ojos
estaba la
mina con su galantería y sus reflejos,
la mina
prosaica y la mina ruidosa,
la mina de
los raíles santos
que
recorrieran sendas sin describir
y rompieran
la paz natural de los silencios.
Estaba ya la
mina, hecha y trabajada,
estaban los
secretos de la mina guardando tesoros,
las ilusiones
que la mina proporcionara,
los sueños
inquietos y múltiples
que la mina
traía.
Y luego
estuvimos nosotros
con manos
prosaicas y pobres
que vinimos a
galantear con la mina,
a montarnos
en los trenes altos
para oír sus
silencios
y para serles
protectores del aire.
Y vinimos a
sacarle brillo humano,
a prestarle
nuevos ojos que tiritaran de placer en sus cortas,
vinimos a
serle aliados
para que no
la venciera el tiempo
ni el
comercio ni la deslealtad.
Y ahora,
nosotros somos la herencia de la mina,
somos el
tren, el color, la fragancia del cobre,
la voluntad
de los zafreadores,
somos la
idiosincrasia,
nosotros
somos la mina,
la quinta
esencia que la mina
ha puesto en
nuestras vidas.
Porque
nuestro credo, nuestro único credo
es la mina,
con sus
excelencias y sus catástrofes,
con sus
impulsos y sus frenos.
Seres
custodios de la mina,
somos.
Ramón Llanes. 31.7 2015
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