COSAS DE NIÑOS Dedicado a Calañas, tierra de mi estirpe, y alma mía. ¿Dónde está la fuente, madre?, ¿dónde la niña galana?, ¿dónde los hombres cansados con sueños en la mirada?. ¿A dónde van los señores con la grupera y la jaca?, ¿de dónde vienen las voces que se oyen, tan lejanas?, ¿dónde están los empedrados de la cuesta de la plaza?, ¿por qué se miran los novios con las manos enlazadas?, ¿por qué la muerte se avisa con un toque de campana?, ¿por qué dicen que es eterno el Morante, que me encanta?. Y tú, ¿por qué lloras, madre cuando ves la Coronada?. Dime, madre, ¿tú qué sabes de la mina, que se acaba?, ¿qué sabes de “los adentros” que solo conoce el alma?, ¿qué sabes, madre, del miedo que por las noches te abrasa?, ¿dónde guardas la alegría que nunca asoma a tu cara?. -Tantas preguntas me haces, mi niño, que me emborrachan; la fuente está adormecida entre los sueños del agua y delante de la Virgen señorea la galana. Los hombres no están cansados, esperan a la esperanza. Esos señores que miras, con la grupera y la jaca, son los jinetes del tiempo que galopan por el alba y van haciendo caminos por las sendas solitarias. ¿Tú no ves las calles viejas con las esquinas más blancas y las vidas de la historia en sus paredes grabadas?. Allí los novios se cuentan sensaciones y se hablan y se besan escondidos del pudor de las miradas. Así es el amor, mi niño, preludio de fuego y lágrima; y por eso se entretienen con las manos enlazadas. La campana de la Iglesia hace temblar la templanza pero a gloria también toca y a rosario de plegaria. Es tan eterno el Morante como el frío y la mañana y es eterno centinela de la vida de Calañas. Ya sabes lo que yo siento al llegar la Coronada ¿por qué me preguntas, hijo?, las emociones se callan. La mina nunca se agota, de tarde en tarde se para por razones que no entiendo, nadie sabe lo que pasa. Cuando tú seas mayor verás cómo se levanta y podrás dejar en ella el sudor de tus entrañas. Los “adentros” son “adentros, cosas que viven guardadas, motivos de la existencia que te consuelan el alma. Y cuando me viene el miedo y me perturba la calma con una sonrisa tuya ya me siento consolada. Tú eres, hijo, la alegría de todas mis esperanzas. Las vocecillas que suenan son el eco que dejaran los niños, que como tú, hacen preguntas tan raras. Ramón
Llanes. 1992.
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