PUEDO IMAGINAR UN
MUNDO SIN FÚTBOL
A veces en los colectivos se
incrustan posiciones y comportamientos delictivos que desequilibran las normas
de convivencia y alteran el orden social hasta obcecarlo, pudrirlo y
consecuentemente perder su naturalización. El fútbol, que es un deporte de
masas, se compone de grupos y los individuos de estos grupos se sienten bien
amparados por el sistema endógeno grupal, que posee su filosofía, su código de
conducta y sus reglas, y con toda libertad se aprovecha para cometer delitos de
odio sin apenas obtener el más mínimo reproche social. Así ha sido siempre y
así no deberá seguir siendo si es que aspiramos a un mundo mejor. De tal manera
que árbitros y jugadores contrarios han constituido la motivación de burlas, insultos
y mofas del indemne graderío; en una ocasión oí gritar a un imbécil aficionado:
“árbitro, no me cago en tu padre porque puedo ser yo”, y los compañeros
rieron a carcajadas y le aplaudieron como si de una feliz hazaña se hubiera
tratado. Por ventura esto no ocurre en otros deportes ni en la vida insultan a
quien se equivoca en su trabajo o es pelirrojo o bajito o negro o extranjero, esta
ignominiosa actitud solo nace, crece y se reproduce en el fútbol.
Tal vez el propio fútbol no tenga
culpa de engendrar venganza, odio, discordia o fundamentalismo de forofos pero
es evidente que el imperio de la lógica y la educación tampoco tienen buen
caldo de cultivo en sus campos y ha creado un ambiente pernicioso, de baja
calidad social y deprimente, que ahora se acentúa más a causa de lo ocurrido
recientemente. Puedo imaginar un mundo sin fútbol pero no me apetece imaginar a
los próximos ciudadanos con esta lacra social, porque la vida del futuro -que
es mañana mismo- debe ser mejor en todos los sentidos. Puedo imaginar un mundo
sin fútbol pero no sin conciencia y sin concordia.
Ramón
Llanes. 26.5.2023.
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