He cantado mucho, he pulsado las cuerdas de mi guitarra, he cantado en todos los lugares donde me ofrecieron un hueco libre, ahora presumo de ronquera y admito que sin apenas saber cantar, acaso sin saber tocar he disfrutado tanto hasta alcanzar por derecho propio el honor de este silencio que me impide elevar mi voz. Fue aquí, en mi pueblo, con los míos, en el tajo de amar, donde obtuve este privilegio.
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