EL
LIBRO
Qué
sueño, qué poema, qué conspiración, qué turbulencia, qué
profecía, habrán escapado de la permanencia, desde una página
solapada?. El autor, movido por un resorte de sabiduría, anega
campos blanquecinos y somete su inspiración a cualquier voluntad. Lo
hace con la fundamentación del pensamiento. Absorto o loco, escribe
en letras y vocablos aproximaciones a la realidad, se baña en la
ficción, se desmenuza en partículas, grita página a página para
no ser oído, solo tenido, quizá llorado, tal vez vivido.
El
autor se aligera de promesas con errores de cálculo, corrige mil
fórmulas nuevas, se entierra en una sangre propia para resucitar
en los papiros y sufre un parto de primeriza cuando la luz le concede
una libertad de tenencia y puede arrodillarse con adoración
sacrílega al hijo encuadernado. El autor no se cansa. El autor, el
pro-artífice de una obra esculpida para los hombres, devengará
incontrolados placeres desde la creación hasta los adjetivos que le
aguardaron , incluidas menos alabanzas de las permitidas y menos
halagos de los solicitados.
El
lector empaña dedos en la recién merecida caricia tributando el
primer consentimiento de homenaje, subiéndolo al quicio de su
memoria en donde rumia composición, sintaxis y sinónimos hasta
destrozarlo por el uso y llevarse jugos y mensajes,apareándose con
esa soba de lenguaje que la lectura le proporciona. En la soledad,
autor y lector, se alían en la misma historia, sufren juntos y aman
juntos con la misma intensidad, se conocerán a su través, les unirá
el texto y se entenderán sin rubores. El lector ha de ser amante
deseoso, siempre agradeciendo los órdenes o las delicadezas, para
entrar en la salvación del autor.
El
libro es una sugerencia a la libertad, a la tolerancia, a la
comunicación y a los deseos. Y todos , desde el autor, conspirarán
por perpetuidades ; y todos, como enseñantes, eludir rabias y soeces
en su contra. Nada más preciado se adora.
En
una sociedad cercana, alistada a un bienestar que se intenta
conseguir, algunos tipos inteligentes, repartirán libros una tarde
de primavera al lado de algas marinas y flamencos rosáceos,
intensificarán los métodos de la paz en una ciudad cualquiera con
nombre antiguo y allí los niños huirán de batallas, asomarán un
prólogo a sus narices y pondrán alivios a las discordias del día.
Todas las semanas serán fiestas de libros en esa ciudad arropada de
historia y las voluntades se desquiciarán en rupturas viejas.
Predominará la letra y detrás el entendimiento y luego el saber. En
el lugar de la indigencia, criterios y opciones, alternativas de
refugio societario compartido.
Es,
otra vez, tiempo de libros. Devenir a la liturgia de la lectura,
llegar a los epílogos de la sed y reencontrarse cara a cara con la
felicidad escrita.
RAMÓN LLANES
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