AQUEL
QUE POR LAS NOCHES TE PERSIGUE
Al
final me confundí, no sé si estuve en el concierto de Raphael en La
Antilla o solo leí la crónica poética de Miguel Ángel Velasco, no
lo sé. Con las canciones de este divo he besado y me he bailado la
vida; con él la voz parecía redonda, con sus melodías la conquista
se refugiaba en música. Estuve o no estuve significa algo más que
vivir o algo menos que gozar. Lo hice, me convirtieron en oyente las
palabras acertadas de la crónica.
No
me sorprendió la conspiración de Miguel Ángel, acaso me sorprendió
su entusiasmo. Dicen los esquemas sistémicos de la ortodoxia
periodística que nunca se debe informar con pasión y que lo
subjetivo no es norma; aquí no ocurrió así, la información
llevaba una carga creíble de entusiasmo y una pasión lograda de la
perspectiva del informante, que fue, a la misma vez, corchea que
metáfora, hizo de ambas, sin desentonar, acariciando a las dos como
se acaricia cuando se sabe. Intuyo que Miguel Ángel vivió la noche
de Raphael en fase figurativa, extasiado, predispuesto a la dolorosa
complicidad con la escena y pudo incluso no haber estado y haber
escrito una crónica tan fogosa.
Me
valió la noticia, escrita en “do mayor” y alegrada en
sentimientos, para sustentarme la dulce melancolía de los poetas, la
exégesis de esta existencia de hombres con llamador en el alma.
Me
persiguieron los dos; me persiguieron Raphael con el recuerdo y
Miguel Ángel con su tratado de comunicación; y me valió el día,
como me hubiera valido la noche oyendo a uno y viendo escribir al
otro. Una gozada.
RAMÓN
LLANES. 11.8.2013. publicado en huelvabuenasnoticias.com
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