THARSIS,
DESPUÉS DE LA MINA.
Ha
pasado el tiempo con la prisa del deseo por las atalayas grises que
digieren los paisajes de la mina, pasaron las tragedias que
impusieron cortedad en el horizonte productivo desde la incapacidad
del oro a la ineficacia del cobre, vencieron los sistemas que
establecían parámetros económicos, se colmó el aire de un
silencio oscuro, pálido y sin risas; se instaló, también con el
tiempo, el olvido. Después de la mina, Tharsis anda, respira, vive y
ama; dejó de ser propenso a la misericordia, la lástima o la
limosna, se valió de habilidades, mañas, experiencias y empezó a
reconstruirse desde el principio, con una apuesta inequívoca por la
ambición.
Los
siglos que tanto hablaron de estas minas volverán a pronunciar su
nombre cuando sepan que los habitantes perdidos en ascuas de
subsidios experimentan avances en conductas de progreso, que no se
doblegaron con la insolencia de tanta masacre, que se recuperan de
las heridas y vuelven a ser protagonistas de una historia leal.
Sus
signos de desarrollo son también cuenta positiva de la heredad, del
calibre y la génesis de cada hombre de mina capaz de soportar
inaguantables sensaciones. Ahora es más pueblo, más ámbito
abierto, mejor escenario para la convivencia, la vida y la cultura.
Ahora está sumido en glorias y esperanzas. Mi pueblo lleva con
dignidad su andadura de futuro.
RAMÓN LLANES.
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