LA CULPA
DE LOS DÍAS.
De pronto
el eufemismo nos ha llevado a un alentador otero desde donde los
musgos parecen secos y florecientes las flores a pesar de su estado
de hibernación; donde el mundo ha dejado de ser un caos y se observa
primacía del bienestar. Y solo porque se abrió un tiempo distinto,
solo un día más, un calendario menos, posiblemente una razón para
deducir que no son culpables los días de nuestra efervescencia o de
nuestra inmunidad. El tiempo es el mismo, nosotros intentamos
cambiar, por la moda, por la solidaridad a un extraño perjuicio que
nos inquieta de soslayo.
Hemos
formulado un pacto tácito con la envoltura de la piel, nos jugamos
mucho en la refriega con nosotros mismos. Una mayoría no entiende
que cumplamos con capacidad para ordenar este enjambre de vencidos y
otra mayoría menor no acepta que tengamos que cambiar la colmena de
sitio o de tiempo. Allá cada cual con su diagnóstico y con sus
agallas.
Nos vendrán
horas, días completos, que parecerán siglos en un mismo año de
luz; y tendremos, -aseguran los soñadores- espacios para detener
contiendas y paciencia para asentar principios. Podrán no tener
razón pero se aprestan al juego de las mejorías, que peor –dicen-
no cabe. Y pronostican, estos enfermizos de su verdad, sorpresas a
tener en cuenta. Han escrito que el calendario no importa, que no
colabora, que no hace vida, que somos nosotros los escribientes de
nuestra solvencia, que será como nosotros queramos que sea, que los
milagrosos somos nosotros, que los detractores somos nosotros, que
somos nosotros el personal para la basura y para la excelencia; e
insisten, que no quedan alternativas.
Todo esto
nos sonará a canción sabida, a música celestial que se repite en
clara decadencia, con filtros sucios y altavoz sin estéreo, cada
ciclo. Hacer siempre es llamativo, más que soportar, más que el
silencio. Prestar un apoyo y colaborar a enderezar esta virtud no
conlleva una pérdida de don preciado alguno que guardemos para
ocasión mejor; si la constancia sirve y sirven las ideas y es válida
la disciplina, sirvamos nosotros –dicen- a esta deseada causa.
Ramón
Llanes. 4.1.14.
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