No buscaré tus huesos en la arena,
ni el eco de tu voz, hoy apagada,
te mandaré mi lágrima plasmada
en una página más, la más serena.
Te veo por encima de la pena
en una ensoñación jamás soñada:
leve quietud de mano ensimismada
dando a la palabra su esencia plena.
Te escucho sin que hables, y te siento,
contarme la belleza de aquel cuento
que un ayer te trajo una voz lejana.
Y grave y silencioso en tu universo,
veo que de tu prosa surge el verso
mientras sale tu luz por la ventana.
Manuel Garrido Palacios
(Correspondiente de la ANLE, Huelva)
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