MIRANDO
ATRÁS.
Por sana costumbre,
miramos atrás, para analizar y recordar el pasado. Hoy lo hago, una
vez más, porque es viernes y se me fue esta semana como otro soplo.
Y observando de reojo el crepúsculo de este período de tiempo casi
extinguido quiero mentirme y mentirte (ahora que me oyes) para
comunicarte que Sadam resucitado y Busch envejecido, han firmado un
acuerdo eterno de paz. Lo he visto en una televisión de cerca de las
estrellas. Oí también tambores de armonía en los caseríos del
Pais Vasco donde las armas callarán su voz y las calles volverán a
ser palacio de todos y la violencia un ingrato recuerdo. Mis amigos
estaban en plenitud de vida, aquellos que se fueron en un suspiro
Benito, Jesús, Miguel Angel, Paco, Esperanza; amigos de siempre que
volvían a la escena de la concordia como no hace mucho. Oí que los
barcos grandes no naufragan en los paraísos de los mares y los
hombres siguen rutas de felicidad a través del tiempo y del
esfuerzo. Oí la canción sonora de la tierra allá en las nubes, un
cohete que vuelve con siete tripulantes, un hombre que ama a una
mujer, un sádico que no existe, un monje que se pasa el día rezando
sin saber si su oración tiene sentido pero le hace feliz; oigo
abrazos, abrazos que se oyen, palabras que se cantan, misterios que
se comprenden.
Oigo que estás a mi
lado cuidando mi debilidad, que me vienes a canturrear ternura a los
labios, que no me mientes cuando me amas. Oigo que el destino me toca
los dedos, nos toca, nos deja abierto el postigo de este fin de
semana que ha de valer un imperio porque solemos amarnos. Oigo que no
te he mentido, que no me he mentido, que esto no era un sueño. Oigo,
oímos, que podemos comprobarlo mirando atrás y quedándonos con el
corazón para que la próxima vez que miremos atrás la vida siga
siendo un camino recorrido con televisiones que anunciaron toda la
paz desde cerca de las estrellas.
Oigo, si me oyes, que
también hoy nos recordamos el amor en dos bandas sin necesidad de
santorales comerciales y que no puedo morderme la lengua y repetirte
que te quiero.
Ramón Llanes
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