EL
PRIMERO DE SETIEMBRE
Envejece
tornado en ocre de vicio
el
payaso primero de setiembre, guasón,
escondido
en brumas de enero, liofilizado y pegajoso;
pudo
venir de príncipe o monarca
o
solemne o prestidigitador o albañil sin mezclas
pero
amanece en aras al descuido, preso de su tedio,
sin
pulso, hipotenso de furia, acabado de sol,
pobre
de sí mismo, impuntual.
Un
enfermo por otro, cambiamos a la clínica
para
que en poco se noten las faltas
de
uno que se va, de otro que se ajusta a quedarse,
que,
al menos, para alguien valiera la vejez
de
los días romos, coloreados en gris y hechos
de
la peor aventura.
Se
ha muerto la madre del lucero de anoche
en
el segundo infarto, no era para ella
y
suplica pésames una lágrima del guardia del ocaso insulso
más
que por pedir, por cotilla.
Se
mueren, de este pánfilo primero de setiembre,
los
focos y las rendijas, en columnas de miedo.
Ramón
Llanes. (MEMORIA DEL PRÓDIGO)
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