Invitación
La época se presenta propicia para los eventos; en cualquier lugar
hay una fiesta, cualquiera prepara algo en casa e invita a los amigos, las
comidas entre compañeros se prodigan, las celebraciones son frecuentes, las bodas están reservadas para este ciclo; existe una maraña de
acontecimientos que desentraña esa vida menos ajetreada convirtiendo
en causa de cierta alegría este inmenso tropel de gentes.
Pudiera parecer que se trata de promocionar las relaciones humanas
que acaso estuvieran oxidadas después de un hosco tiempo de afrentas
lluviosas, vientos incontrolados y sustos de tormentas, y es así la realidad, sin discusión, considera la experiencia. Algo de incerteza tiene la
citada conclusión si a las tierras nuestras referimos o consignamos en tal
apartado de haber vivido en clausura estaciones atrás; nada más lejano
a los hechos, que por mucho que establezca lo dicho, de empírico o real,
la verdad se sustenta en otras premisas. La sociedad donde habitamos,
nosotros, los de aquí, hace vida callejera. Es todo el año un fluir de rela-
ciones, de contactos colectivos desde donde se promulgan las leyes de
la convivencia sin una imperfección. Es así, con soltura se destilan las
amistades y se divierten el cuerpo y el alma a través de estas fórmulas
tan sencillas de compartir conversaciones, cantes, comidas o fiestas con
los más allegados que son quienes componen la piel que nos cubre el
sentimiento y nos aporta la vitamina necesaria para continuar con menos
espasmos solventando el placer de vivir.
Que la invitación siempre traiga un arraigo o una agradable conse-
cuencia depende del estado de recepción que cada cual formule pero se
dan los acordes justos para que la sinfonía salga a pedir de boca. Que
siempre en nuestras tierras son exageradas las ocasiones para la solemnidad de un encuentro o la delicadeza de un buen acto con amigos, y
siempre acaparan tanta consistencia que ayudan a sobrellevar la fusta
ingrata de los vicios crónicos que crecen en la otra parte de nuestras
realidades, aquellas que en tales supuestos nunca nombramos.
Ramón Llanes. (EL CAJÓN DEL SASTRE).
15 Junio de 2015
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