He soñado que llovía
y era fiesta en los establos,
en las guirnaldas del campo,
en cualquier escorrentía,
en los noveles barrancos,
en la soledad tardía
y en cada semblante humano;
llovía un grito callado
como pidiendo la vida
en estos sitios amados
de Andévalo y Serranía
para que el fuego malvado
desertara en su osadía
de quemarnos paz y llanto.
Ramón Llanes
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