EL FRACASO DEL TORERO
Maestro, andamos un poco perdidos en naturalidad y cordura; fíjate que me ha recordado el escenario actual de nuestra connivencia a una corrida de toros -a la que nunca fuí pero imagino- donde se dan cita buenos aficionados que gustan de observar faenas con arte para aplaudir y gozar; también acuden quienes se sienten atraídos por el rango social que representa y otros que se sientan -sin entender- para estar con amigos y pasar la tarde. Sin entrar en otros detalles de perversidad que no vienen al caso, sé que el torero se juega la vida y que el toro la pierde, sé que los aficionados aplauden o abuchean según convenga pero siempre con una relación entre emoción, disfrute, desencanto, etc y sé que al torero se le exige para premiarle; también sé que incluso en tardes aciagas siempre el torero merece un aplauso como reconocimiento a su valor y porque en algún momento le sale un pase que levanta un olé en el tendío.
Pues aquí no, maestro, aquí existe un grupo de indolentes y enemigos que también son del gremio y que están arriba, sin implicarse, que nunca aplauden, que vienen a chinchar y esperan que el torero fracase y se ríen de su valentía y permanecen quietos sin un hálito de compasión viendo el desenlace y solo desean que sea el toro quien mate al torero para su morbo particular y para bien de su ganadería. Así es aquí, maestro, por eso creo que andamos muy perdidos y que no tenemos mucho remedio, ¿qué te parece?.
Ramón Llanes.
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