INDICADORES DE RESPETO
Yo sé de estas cosas lo justo. Incapaz
de escribir un tratado y ni acaso un artículo de opinión que refleje la parte
de intención que me empuja a este desliz de expresión sin intento alguno de
convencer. Pero ando, y el andar levanta polvo, y el polvo provoca hilaridad o
sofoco y después de andar, de observar al polvo en sus muchas dimensiones y de
comprobar que la hilaridad y el sofoco no conjugan con sosiego -o algo
parecido-, después de todo eso y lo que se olvida, se me meten como huellas las
grescas intencionadas que hacen quebrar
las aristas del societario privilegiado que vivo y entiendo que, a todos, nos
distingue.
Las manías por la descalificación de
los seres que más miramos a través de los medios se ha convertido en honorable
manera de mostrar disconformidad con sus formas y la asamblea de los curtidores
de faltas de respeto ha minado el escenario. Se ha creado un tratado de
chistología burlesca que se utiliza con descaro ante cualquiera que tenga cuota
de pantalla superior a la normal. Los políticos y la corona, los presidentes de
los bancos tales y los concejales de cualquier causa, congregan la casi
totalidad de los verbos insidiosos y la maledicencia que se descarga en ellos
como premio a sus desvergüenzas, quizá; presumo. La institución de la libertad
de expresión domina a la otra no menos constitucional y natural institución del
respeto.
Como no sé mucho de esto ni siquiera se
me ocurre la solución pero abogaría por el respeto a todos, quienes sean
-políticos o reyes, ricos o vanidosos, capitalistas o alcaldes- a todos; ya
sean de la forma de gobierno contraria, del emblema contrario o de la bandera
de otros colores; abogaría más por la buena compostura que por la
descalificación aunque los destinatarios no se lo merezcan. Podría ser también
un matiz para seguir creando escenario social mejor, intuyo.
Ramón Llanes.
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