MUJERES
Cada
vez más oscurecida la conciencia de los violentos, parece; cada día se abre una
tumba más, producto de incapacidades e intolerancias, parece; el mundo no
aprendió los mensajes de la vida, los hombres maltratadores no aprendieron las
consecuencias de la muerte, las mujeres siguen estando solas en la protección,
parece. No han ocurrido venganzas para que aumente en cada minuto la hostigación
y el miedo, las culpas no están repartidas y se centran en los mismos
ejemplares, parece; el hombre pierde valentía por momentos, se ciñe el terror a
una causa equivocada, las llamadas de atención son inocuas, parece.
Hay
un mundo por hacer, delante de los ojos se destrozan los amores a base de
insultos insoportables y los caciques de la brutalidad pasean su inmunidad por
las narices del universo sin esperar siquiera un reproche o una bofetada; es
significativa la luz que descubre los golpes y los arañazos que la noche pone
en el bello rostro de la mujer dormida. Nadie sabe hasta cuándo la omisión de
la sociedad por erradicar estas soledades, esta lacra extendida que destruye
sueños sin importar; hasta cuándo la incivilización sostenida con sus moldes
casi aceptados.
Apenas
un asomo de maldad debería aparecer el resorte social de condena, como un
mecanismo automático que respondiera antes del primer guantazo para enmudecer
el siguiente y nunca llegar al emblema del dolor. Existen medios para conmutar
la crónica intranquilidad por certidumbres y calmas. O habrá que inventarse
otra dinámica activista que incardine esta hiel maldita a momentos de
felicidad. Quizá se atreva el hombre a luchar contra sí mismo en terrenos que
nadie debe pisar y en respetos que otros no deben hundir.
Esto
es un almacén de convivencias necesarias donde a cada cual toca un día misión
de ser bueno o mejor y donde ningún cada cual aprisionado por la diablura de la
violencia contra otros seres tiene cabida para estar en los elegidos. Han de
saber de la repulsa anterior y la inmediata y la posterior y tener firme
conocimiento de convivir con seres iguales. Ay, si fuera posible fumigar
diariamente el aire contra la insidia de los pensamientos!. Acaso ellas
pudieran continuar soñando.
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