Este vocablo está distorsionado con el uso debiendo su origen real a “anisóptero” pero en ambos supuestos se trata de una libélula que tiene los sinónimos de aguacil, matapiojos, chapul, pipilacha y robapelo. Frecuente en las zonas de aguas pantanosas y charcos fueron motivación en los juegos de niños que con extremo cuidado se acercaban por detrás para cogerlos por su largo abdomen y suponer entretenimiento y a veces competición infantil sobre el modo de atraparlo y presumir más quien captara el más bello. Es un insecto de los más estéticamente lindos de la naturaleza y es palabra de culto por su rítmica pronunciación en la dicción de la “b” y las dos “ele”. Siempre consideré esta composición morfológica como la palabra más bella. Un recuerdo con dosis de nostalgia para el tiempo aquel que me permitió observar el vuelo tan horizontal y elegante del asiptero en mis charcas de la calle. Ahí queda.

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