EL ABUELO.
Panza de siesta agolpa en
tela de andar,
hasta cansino el pensamiento
con arnés de cura.
Visita el otoño como su casa
y raciona abrigos para las
suculencias
de fríos; pronostica, vence
de malhumor
el arrastre de la pocilga
y platica consigo mismo
para turbarse de pudor.
Niño-hombre,
huesudo con barba senil y
pecas de siempre,
sobrado en tiempos,
es de poca cosa acá, bálsamo
y sedal. Huele con el tacto,
mira, adivina
el afecto, retiene de la
memoria,
honores del amor.
Ayer cumplió todos los años
de su vida,
el abuelo, se merecía
dormir con luna llena, ayer,
como lo hizo.
Ramón Llanes.
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