SI TÚ FUERAS CANDIDATO
Habrás pensado más de una vez
echarle morro a la vida y apuntarte a una lista de candidatos a ocupar un
sillón en cualquier parlamento, comunidad, ayuntamiento o sarao y así resolver
para siempre tu raquítica situación económica. Lo has pensado porque sabes de
sobra que un cargo proporciona buenos beneficios, aunque solo tengas formación
básica y no hayas aprendido más allá de las reglas de sobrevivir. Y acaso
siempre te haya faltado descaro o te haya sobrado dignidad; y acaso nunca
encontraste ese momento idóneo que reuniera tanta morbosidad. Otros lo
hicieron.
Se te habrán venido a la memoria un
sinfín de soluciones a todo esto y tendrás un catálogo de mejoras perfectamente
definidas. O quizá siempre te ha desorientado tener que ocuparte de aquello que
no te incumbe y has desechado la idea de ponerte al servicio del bien común o
no te consideras con capacidad suficiente como para ocupar cargo o puesto de
responsabilidad. Otros, sin embargo, sí lo hicieron.
Si tú fueras candidato estarías en
este momento mirando las encuestas para confirmarte que eres ganador; se te
habrá puesto la cara de mil colores de altivez y tendrás ya preparado el primer
discurso; los pronósticos te son favorables y tú te has engrandecido en
ilusiones o ya sabes cómo cambiar criterios de contrarios para acercarlos a los
tuyos. Serás pronto uno de ellos pero podrás elegir meterte en el vagón de los
aprovechados y vivir del cuento o enfrascarte en una preciosa aventura de
emplear tu vida en favorecer la vida de los demás. Otros lo hicieron.
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