MI PUEBLO
Una minúscula mota en la bola del
mundo o acaso un lugar con poca importancia en la estructura de este firmamento
social en el que la geografía lo puso, o más o menos la ínfima parte de un
pedazo de tierra abierta hasta el alma durante siglos, ese es mi pueblo. Y
decir tierra no solo es renombrar las piedras escondidas, los roquedos libres y
los socavones, decir tierra es hablar de nosotros, de los sentimientos de cada
uno de nosotros, del carácter y de la afabilidad, de la predisposición a la
entrega y del estado pacífico y positivo de nosotros. Decir tierra significa
pertenecernos a ella con las consecuencias de nuestra minería y nuestra verdad,
esa que nace en la hermosura de las profundidades y siempre es única. Decir
tierra es decir Tharsis a corazón completo y participar en la elaboración de
sus sentimientos, en cuidarlos, en atenderlos, en fortificar la convivencia, en
emocionarse y emocionarnos; decir Tharsis es involucrarnos en la existencia de
sus gentes, en hacer vida, en luchar por mejorar las cosas, el aire y los
sueños; decir Tharsis es comprometerse con esta identidad hasta las trancas.
Quien no se pringue ni batalle ni se deje la piel podrá soltar su discurso en
palabras o en gestos, podrá pertenecer al árbol genealógico de alguno de los
nuestros o podrá presumir de paisanaje pero no estará hablando de Tharsis.
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