A VECES, DIOS.
No sé si has
sentido alguna vez la necesidad de encontrarte con dios para decirle cuatro
cosas, para que te explicara cómo funciona esto del dolor, de la muerte, de la
vida, para romperle la cara por los sucesos que desequilibran nuestra humanidad
y condenarle a no sé qué castigo por sus descuidos, olvidos, desatenciones y
fracasos; todo ello en caso de ser el responsable del universo o el amo de este
cotarro del hombre y del sentimiento.
Y de paso que se pronunciara sobre las
creencias, los fundamentalismos, las extremas formas de entender la existencia
de un creador y del por qué de la necesidad de que el hombre haya inventado sus
dioses al uso con esas consignas tan rigurosas asentadas en el miedo. Me
gustaría encontrarme con dios y darle un repaso de tú a tú, incluso que él me intentara
convencer de la idoneidad de su sistema pero advierto poco interés por su parte
para enfrentarse a mí o a cualquiera de nosotros porque quizá no tenga razones
de peso para sostener con coherencia las respuestas y además porque ni él mismo
sabe dónde está, a quién sirve y cuál es su misión. Acaso solo exista en
nuestra torpeza.
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