EL CARNÉ.
Que
alguien escriba por mí está página vertebrada, que alguien exprese por mí el
contenido de su propio pensamiento. Si acaso no fuera pensamiento, que alguien
presente el carné de vivo y divague sobre la teoría de la queja, ahora que
vale quejarse por todo y ahora que todos tenemos carné en muchos colores.
Alguien, tú mismo, o el vecino del cuarto que siempre pone muy alta la música,
o el vendedor de cupones que te pregunta a diario si le compras, o que se queje
quien haya perdido su carné de maltratador y nosotros le daremos jarabe de palo
y otras cosas o que se queje el agua que no viene. Es un derecho la queja y
también un compromiso.
Se
quejó un hombre con carné de patrón de barco que no debió sufrir su accidente
en una calle mientras la cruzaba, que su puesto para sobresaltos y sustos
estaba en el barco. A los que llevan carné de coche y de macarra también se les
permite quejarse del por qué los demás nos quejamos tanto de ellos.
Y abran por mí esta semana de contrastes, algunas mentiras sobre la luz, algunas
mujeres que gritan sin éxito porque se les hace daño, algunos peatones que
encuentran aceras muy estrechas, algunos niños que no aprenden;
cualquiera puede cerrar esta página de quejas por mí.
Ramón Llanes
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