YA QUE HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ
Desconocemos qué número tenemos en la
lista del mundo y si pueden premiarnos o ejecutarnos en cualquier momento
cuando a alguien mandón se le empine el bigote; incluso desconocemos la
relevancia y notoriedad que hemos alcanzado en la tribu o en la estirpe, y por
desconocer desconocemos con exactitud nuestro primigenio origen de vida. Así
las cosas, en mi discurrir de este día, considero que ya que hemos llegado
hasta aquí no es faena ética recoger bártulos, cerrar los ojos y volver a
empezar o cruzar la orilla hacia el páramo desierto; y tampoco promocionar la
destrucción de lo hecho, salvo perrerías y felonías de nula garantía para el
engranaje humanitario que soñamos. Creo que buscando rebeldía en los bolsillos,
socavando en la memoria y siguiendo otros modelos de anteriores pobladores, nos
deberíamos comprometer a intentar
encalar las paredes del mundo.
Nadie somos y nadie seremos en la
gresca o en la serenidad, en la guerra o en el miedo, pero sí nos entendemos
desde el espíritu de la constancia y la limpieza como miembros de la misma
colmena. Una vez limpias las paredes del mundo -o al mismo tiempo- tocará
acicalarnos y emprender la misión de seguir andando los caminos, un paso, otro
paso, un horizonte, un empuje, una solución, un avance. Algo debemos hacer.
Cuando miremos atrás, estarán solo los
árboles, quietos, mirándonos partir, agradeciéndonos la colaboración y quedarán
otros ojos con lección y ansiedad que se consentirán con nuestro tajo. No tengo
aún la estadística de logros precedentes pero casi lo más loable que me
concierne en el halago tiene clara referencia a que pertenezco a alguna célula
que me fertilizó los deseos de búsqueda
de una singladura más limpia y menos cómoda que condujera a conseguir algo, -un
paso más, una huella, un verso, algo- para mí-para nosotros- o para quienes
hereden nuestras actitudes.
Ramón Llanes
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