DIMES Y DIRETES
Es la primacía del debate, que para unos suena a razón y para otros a demagogia, dependiendo de la voz con que se diga y del cristal con que se mire, son códigos tácitos aceptados. Los tiempos se mueven y traen primaveras y estíos, tormentas y erupciones, ajetreos y calmas, los tiempos traen también cursos de electores y elegidos; y así la vida va teniendo su morbo y su baba, evitando con ello el desangrado y la apatía o incluso a veces propulsando evoluciones.
Suena el tambor, se viene acercando, la meta es una urna de cristal que luego será oscura, los mandados tienen siempre cara de ingenuos, quienes van a ser nombrados también ponen cara pueril, con los ojos plácidos y ganas de agradar; la urna se abre y comienza el conflicto, pudo quedar cerrada, desatenta a los sueños o perdida en un escombro pero se abrió a la culpa y se le discutió la manera de la apertura y el color de la llave, los amables convulsionaron el espacio llenando de displacer el módulo, se fue la ingenuidad; los dimes tomaron conciencia protagonista, los diretes forzaron el debate, se deslizó la noche por una oquedad absurda de réplicas, toda palabra era dogma, aunque viniera del cinismo o la banalidad.
Dio para tanto el murmullo que los cuerdos ausentes hubieran preferido mantener cerrada la urna, con su misterio de salvedades o sus hallazgos. O que hubiera parado la intolerancia el tiempo. Se imaginarían personas de sal, quietas, con el gesto del último enfado en los ojos, con la incidencia en el cerebro; todo paralizado, como en un molde imposible de romper, todo cubierto por el halo invisible de la insana paz, todo pendiente de un reciclaje de urnas en próximas civilizaciones.¡Qué otro remedio!.
Ramón Llanes
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